Arte Callejero. Mujer Mariposa. Estatua Humana

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Retratos y caricaturas callejeras

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Pepe Junior “El hombre orquesta”

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Arte Callejero. Pareja pintando cuadros con spray y tapas de botella.

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Incio de nuestro viaje: Paseo Ahumada

paseo ahumada

Viaje a Plaza de Armas

Una vez que nos subimos al metro, no llevábamos pertenencias sólo expectativas, emociones e incertidumbre de lo que nos íbamos a encontrar, si bien todas alguna vez habíamos estado ahí ninguna se había sentado a observar el entorno y la gente, queríamos envolvernos en una experiencia nueva y gratificante, durante nuestro viaje conversábamos de lo que podíamos llegar a encontrar, tratando de  planificar un poco nuestra visita a este lugar tan emblemático de nuestra cuidad.

El camino fue largo, cansador y con un olor desagradable pero durante todo el tiempo estuvimos ansiosas por empezar nuestra tarde en el centro de Santiago. Vale destacar que no estamos acostumbradas a salir de la línea 1 y nuestro destino se encontraba en la línea 5, por lo que tuvimos que hacer conexión en Baquedano, una de las estaciones más concurridas del metro las 24 horas del día. Aquí comenzó el gran flujo de gente, la dificultad para caminar, la mezcla de extraños olores y la observación hacia lo que para nosotras era diferente y ajeno.

Al poner un pie fuera del vagón del metro, el letrero decía estación “Plaza de Armas”,  al salir de las largas escaleras una gran cantidad de viejitos estaba sentados en un montón de mesas con tableros de ajedrez y con muchos espectadores que observaban el juego con mucha atención y concentración, cosa que llamó mucho nuestra atención, ya que no es común ver a la gente viendo este juego ya que se considera muy tedioso y lento. Nos detuvimos a observar por unos momentos y nos dimos cuenta que la gente que estaba allí se tomaba muy enserio el juego que estaban presenciando, miramos un rato y luego seguimos caminando y nos sumergimos en el famoso Paseo Ahumada, lo recorrimos de pies a cabeza, admirando los colores que resaltaban entre las paredes grises, la cantidad de gente era impresionante. Eran las 14:30 y costaba desplazarse. Muchos oficinista caminaban apresurados, suponemos que iban y volvían de su almuerzo. Pasamos por el centro comercial Eurocentro y nos detuvimos a observar la cantidad de gente (edades entre 20-25 años) de aspecto “extraño”, tres jóvenes vestidos con jeans oscuros muy apretados, tatuajes por todo el cuerpo, piercings en toda la cara, pelos parados y con expresiones muy duras. Eso nos hizo reflexionar, ya que pensamos que las tribus urbanas se habían extinguido, pero gracias a esto nos dimos cuenta que siguen, menos que antes pero aún existen.

Tras esto, caminamos hacia el café Haiti y nos instalamos a tomar un jugo y a ver la gente pasar.  Era inevitable preguntarnos a nosotras mismas qué hacía tanta gente en un mismo lugar, parecía que cada uno tenía su destino claro pero al tratar de descifrar sus miradas nos dimos cuenta de que muchos parecían perdidos. Algunos simplemente estaban ahí sentados en algunos bancos, mirando a su alrededor como si tuvieran todo el tiempo del mundo. Por otro lado, habían muchos que salían a almorzar, a comprar o trabajar. Había gente de todo tipo y edades; familias, parejas, amistades o individuos comunes y corrientes. Pudimos percibir a la vez todo tipo de olores, desde lo agradable hasta lo insoportable. Comida, cigarro, perfumes y sudor se mezclaban para generar sensaciones extrañas. El miedo a lo desconocido nos invadía, nos dimos cuenta de que esto es una realidad que mucha gente vive día a día, y que para nosotras es algo tan ajeno que a momentos resultó un poco desagradable. Nuestra realidad es tan diferente a la que logramos vivir que llega a ser increíble. Por fin logramos entender cuando nos decían que vivíamos en una gran burbuja, en el momento nos enojábamos pero ahora todo nos hace sentido. Se dice burbuja porque es una realidad que vive una minoría de la población chilena, ya que la vida real, la que viven casi todos los chilenos está en “la calle” y en el centro de nuestra ciudad.

Tras todas estas observaciones y conclusiones, seguimos nuestra travesía y decidimos sentarnos en un banquito en la esquina de Ahumada con Compañía de Jesús a captar detalles más específicos del lugar. Una de las cosas que nos seguía “haciendo ruido” y llamaba nuestra atención era la diversidad de personas que pudimos ver. Desde niños escolares hasta ancianos de tercera edad. Estudiantes, oficinistas, vendedores ambulantes, artistas callejeros, turistas, entre otros. Pudimos apreciar dentro de esta diversidad mucha gente de color. Asociándolo a nuestra realidad, los sectores que nosotras frecuentamos no tienen estas características, la gente que solemos ver es muy homogénea. Es siempre lo mismo. Y muy aburrido por lo demás.

Siguiendo con lo nuestro, pudimos observar también que había mucha gente en lo suyo, es decir, cada uno vivía su mundo sin importarle lo que pensaran los demás. Las malas caras no formaban parte de la vida de estas personas. Nos encontramos con dos parejas de ancianos jugando un juego que creemos eran Damas en medio del Paseo Ahumada, estaban tan concentrados que ni se dieron cuenta cuando los llenamos de fotos. Habían personas almorzando pastel de choclo al lado de sus puestos de ropa y conversando de la vida. Escuchaban música y se reían. Muchos artistas callejeros pintando sentados en el suelo. La espontaneidad y la naturalidad son dos palabras que describen muy bien el lugar. Como lo mencionamos anteriormente una de las cosas que más nos llamó la atención fue la gran cantidad de abuelitos que vimos. Desde una pareja que parecía perdidamente enamorada, hasta un par de viejas amigas que iban conversando y riendo abrazadas. Otro abuelito se sentó en nuestra banquita a tomar un helado, no pudimos evitar sentir pena por el, estaba solo y simplemente se sentó a observar,  igual que nosotras. No pudimos dejar de preguntarnos y comentar entre nosotras que algún día podríamos llegar a ser esas abuelitas y vernos así. Nos pareció muy tierno llegar a ser esas amigas que caminaban tan abrazadas y riéndose como si nada más importara. Si tuviéramos que describir en 5 palabras el lugar que estábamos presenciando serían Diversidad, Naturalidad, Igualdad, Solidaridad y Realidad.

Luego de un par de horas y pensando que no habrían más sorpresas para nosotras, nos encaminábamos de vuelta al metro. A mitad de camino y  mientras admirábamos el inmenso edificio del Banco de Chile, en una especie de círculo de cemento nos llamó la atención un par de parejas que juegan concentradamente en un tablero parecido al de damas, pero mucho más grande y justo al lado un tumulto de gente mirando el piso desvía nuestras miradas del hipnotizante juego, nos tratamos de adentrar en la gente para poder cual era el motivo de tanta concurrencia, entre las personas que estaban embobadas con el espectáculo vemos en el piso una serie de cuadros de paisajes hechos con spray, la pareja de jóvenes artistas hacían trazos con las botellas de spray sin ninguna complicación mientras la gente no pestañeaba mirando como poco a poco se transformaban  las rayas en unos paisajes preciosos, luego de ver como el artista contento vende una de sus obras a un precio de oferta seguimos nuestro camino hacia la plaza. Vemos la entrada del metro pero decidimos dar una vuelta más y nos encontramos con un verdadero personaje que hacia música con ollas, platillos a mal traer, un par de palos a modo de baquetas y un extraño instrumento hecho con un tubito de pvc en la boca. Pepe Junior se presentaba entre una pequeña multitud que lo miraba fascinada entre risas y suspiros de ternura, el señor provocaba en la gente diversas cosas, para algunos entretención pura, en otros provocaba expresiones de  extrañeza y a nosotras en particular una ternura que hacía que se nos escaparan unas risitas y suspiros.

Avanzaba la tarde y nosotras seguíamos en nuestro recorrido, ahora por el costado de la plaza donde el arte es el protagonista, una decena de puestitos con artistas que hacían retratos y caricaturas eran el centro de atención de gente que miraba como estos artistas callejeros lograban retratos casi exactos de los expectantes clientes que posaban para ellos, se podían ver una infinidad de emociones en los acompañantes de estos emocionados clientes, mamás ansiosas por ver los retratos de sus hijos, pololos aburridos esperando a su pareja que posaba animadamente, en el caso de amigas posando las dos parecían emocionadas por ver como un artista podría retratar la coquetería con la que posaban. Cuando pensábamos que la tarde no nos podía llenar con más sorpresas, nos llamó la atención una gran cantidad de gente que estaba rodeando algo o alguien, al acercarnos y meternos entre la gente que observaba y se reía ante este personaje nos dimos cuenta que era un humorista callejero que con sus imitaciones y chistes tenia al público hechizado y todos se perdían con el eco de las risas que el humorista con sus muy divertidas personificaciones causaba.

Siguiendo nuestro recorrido por la plaza nos encontramos con dos estatuas humanas pintadas enteras de dorado, una estaba personificando al famoso representante de la religión del Buddhaismo. Era Buddha, quien estaba muy metido en su personaje y viendo como la gente lo observaba con asombro por su capacidad de mantenerse quieto y muy serio. Después de observarlo un rato, nos dirigimos hacia la otra estatua humana, que representaba una especie de “mujer mariposa” que no se movía a menos que alguien se acercara a tocar y allí ella se dirigía a una pequeña bolsa que tenia en la mano y sacaba un papel y lo entregaba, esto se repitió varias veces hasta que la persona que se le acercó fue un niño de aproximadamente unos 5 años de edad, quien miraba la estatua con tanto asombro y tanta emoción que la estatua al ver esto en vez de sacar el papel que había sacado con los demás que la miraban sacó un dulce que tenia en otra de sus bolsas y se lo entregó, lo que causo muchas risas y suspiros del público. Cuando ya casi habíamos terminado de recorrer la plaza y nos dirigíamos a la entrada del metro nos encontramos con otra estatua humana pero esta vez no nos sorprendió por lo bien maquillada que estaba o por su manera de mantenerse siempre en personaje, si no por su vestuario y aspecto en general que hacía que se viera como un monstruo. Tenia una máscara que atemorizaba a cualquiera que estaba allí y cuando la gente decidía acercársele producía un sonido parecido al de un animal, fue allí cuando decidimos que era tiempo de terminar con ese viaje que nos había mostrado tantas cosas diferente y en el cual aprendimos y descubrimos lugares y cosas que aunque ya habíamos visitado el centro de Santiago nunca nos habíamos detenido a ver lo pintoresco y enriquecedor que puede llegar a ser. Y sólo se nos ocurre terminar con una frase este entretenido proceso: Momentos como estos sólo se viven en Plaza de Armas.